Educación

Educación

martes, 30 de noviembre de 2010

Fines de la Educación según la mirada de la Conferencia Episcopal Argentina

La Educación tiene como objetivo humanizar y personalizar al hombre, orientándolo eficazmente hacia su fin último. Ha de ser personalista y ha de fundarse en una adecuada concepción de la persona, estando atenta a la idiosincrasia de cada cual en su singular y original presencia en el mundo. Ha de ser personalizante, centrada en promover y llevar a madurez las notas constitutivas de la persona, considerada en profunda interacción con otras personas, ya que sin ellas no logra su desarrollo.
El logro consistente y definitivo de la educación es el encuentro plenificante con Dios, del cual venimos y al cual estamos destinados como Suprema Verdad, Suprema Belleza y Supremo Bien. Por eso podemos considerar que corresponde a la Educación ayudar al hombre a hacerse cargo en forma responsable de su finalidad existencial.
La diversidad de los saberes instrumentales ha de contribuir al bien total de la persona y no ser incorporados de tal modo que le causen deterioro. Pero nos preguntamos: ¿EN QUÉ CONSISTE ESA EDUCACIÓN COMO PROMOCIÓN DEL PERSONAL PROYECTO DE VIDA? ¿CÓMO TRADUCIR EL APRENDER A SER?.
Lo que caracteriza a la persona es ser una unidad bio-psíquico-espiritual, una presencia consciente y creadora en el mundo, confiada a su libertad y responsabilidad, en medio de otras personas con las que interactúa. En estas características esenciales de la persona está señalado  el programa de tareas educativas fundamentales.
Se puede decir que los objetivos educativos fundamentales son las metas de madurez de la personalidad en tres grandes dimensiones: Interioridad- Encarnación-Vocación.


Interioridad
Conciencia
El hombre es el único ser de la naturaleza capaz de interrogarse, tiene capacidad de problematizar y problematizarse. Se percata de los interrogantes y planteos de la existencia y tiene que tomar la solución adecuada, en vistas de sentirse frustrado en vistas de su autorrealización.
La conciencia es una dimensión fundamental de la persona, dado que nos permite vislumbrar la realidad, es por ello que es necesario cultivar la observación, la respetuosa actitud contemplativa ante la naturaleza, el criterio para discernir, la actitud crítica y valorativa, la capacidad de interpretar los hechos y el sentido de los signos de los tiempos.
En cuanto a la tarea de hacer tomar conciencia caben desde el punto de vista pedagógico algunas reflexiones que emergen de la experiencia. En el momento de la verdad y el modo de conducir a ella forman parte de la verdad. En la comunicación humana, el análisis de la verdad va mas allá del mundo del emisor, incluye al receptor y al contexto. Cuando con una verdad no se construye comunión, no se está plenamente en la verdad. Hacer concientizar problemáticas que de ningún modo podremos conducir ni gobernar, normalmente no es sino imprudencia, alarde  ostentación de saberlo todo o incapacidad de autogobernarse.
Ayudar a crecer y madurar exige atención al momento oportuno y requiere su tiempo de proceso.
Por otro lado, una educación que suprime el juicio crítico, que no cultiva la creatividad, que se mueve sólo en términos de adaptación a la cultura vigente y observancia de un modelo rígidamente estático de sociedad, no es verdadera educación, sino amaestramiento, domesticación y abuso del dominio de unos sobre otros.
Libertad
Una auténtica actitud liberadora parte de la verdad y del amor que edifican y destierran la ignorancia y el odio que destruye.
Sentirse hombre requiere sentirse dueño de elegir, de su hacer… Sólo por el camino de la libertad siente el hombre que la vida es “su vida” y el bien alcanzado.
Libertad es entonces, dar libertad, no sólo es dejar hacer, sino capacitar para hacer y sobre todo, educar para poder ser.
La libertad tiene sentido cuando el hombre, a través de ella ordena su existencia hacia un fin trascendente en todos los planos de su vida personal, familiar, ciudadana, religiosa.
Libre en realidad es la persona que modela su conducta responsablemente conforme con las exigencias del bien objetivo; y la libertad es la capacidad de disponer de sí mismo para hacerse a sí mismo en cada elección y ejecución.
Educar es una ardua tarea para ayudar al hombre a superar sus esclavitudes y sus miedos a la libertad.
Encarnación
Corporeidad
La verdad del hombre es también su corporeidad. Toca a la educación promover esa armónica integración de las vivencias de la corporeidad y las rectas orientaciones del espíritu. Aceptar la propia encarnación implica aceptar los condicionamientos orgánicos, el grado de salud y vigor, los problemas de enfermedad, la edad, el propio sexo, la raza, el esquema corporal, el temperamento e incluso las propias virtualidades como responsabilidad operativa.
El mayor monto de tarea autoeducativa para el logro de la unificación personal, de la propia identidad y madurez, pasa por este empeño de aceptarse e integrarse.
La educación ha de tener en cuenta la urgencia de sembrar sanas y firmes convicciones para una adecuada valoración de la vida humana.
Toda educación tiene como base una filosofía de vida y por ende, una hermenéutica de la muerte.
El sufrimiento, el dolor, la enfermedad, el deterioro, la invalidez, el fracaso; están presentes a cada paso en nosotros mismos y en muchos otros a quienes debemos comprender y ayudar.
La educación no es la lucha contra el instinto sexual, sino su maduración e integración en las dimensiones totales y totalizantes de la persona. Lo que está en juego en los actuales enfrentamientos de las orientaciones educativas de tendencias opuestas es el vigor trascendente del espíritu y su misión de regular los impulsos de la corporalidad para que el hombre viva su dignidad de persona.
Se deberán promover actitudes básicas que le permitan al hombre asumir el trabajo como factor constructivo de su personalidad y del mejoramiento de la sociedad.
En el trabajo el hombre se vincula al sentido de la vida, se une a los hombres, procura el incremento del bien común y construye comunidad.
Cada hombre se hace hombre mediante el trabajo y ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de todo el proceso educativo.”

Comunidad
El ser humano es tan profundamente relacional que sus relaciones no son algo que él simplemente tiene; en realidad, las vive y se va autoconfigurando a través de ellas como una de las fuentes primordiales en la construcción de su identidad.
Sólo podemos hablar de continuidad cuando vamos más allá de la función y organización para llegar al trato más o menos profundo de persona a persona en intercambio de calidez humana.
La vida de comunidad es la que forma y educa al hombre. Lo enfrenta con la verdad de sí, lo ayuda a conocerse y reconocerse. Lo saca de su egoísmo porque le demanda continuamente atención al otro, disposición de servicio, comprensión, tolerancia e intervención solidaria. Lo llama a la humildad y al reconocimiento de sus interdependencias hasta descubrir en los otros los acreedores de su gratitud y los destinatarios de sus dones como concreto destino de su ser vocacional.
El mundo actual reclama el diálogo, la participación, el trabajo en equipo, la vida en comunidad.
Una de las claves para promover la interacción enriquecedora consistirá en la adecuación de las estructuras de las instituciones educativas al cambio de estilo requerido por la nueva sensibilidad social y procurar que todas las expresiones de la vida misma de la comunidad educativa no se reduzcan a las relaciones meramente funcionales de lo docente o administrativo, sino llegar a la verdadera calidez de la comunicación humana y al encuentro solidario.
El hombre no madura ni se autorrealiza sino en reciprocidad comunitaria. La comunidad es para el hombre fuente, camino y meta de madurez. Si pues buscamos una síntesis que nos dé la clave sobre la educación del hombre desde la filosofía, la psicología, la sociología y la teología podríamos concluir diciendo que Educar es crear comunidad.

Vocación
Misión
Existencial
Las decisiones que el hombre debe tomar a cada paso en la vida conlleva la opción por algo favorable o desfavorable para su crecimiento como persona. Aquellos elementos favorables serán verdaderos valores, bienes en sí que resultan constructivos para la persona en su calidad de tal.
La riqueza de la vida específicamente humana, la madurez de la persona, tiene aquí las medidas para su valoración. La consistencia de la educación descansa en la adecuada disposición para los valores: en el aprendizaje de las relaciones justas y adecuadas con realidades que valen.
El enriquecimiento personal se opera por la decisión conciente de realizar aquellos que se ven como valiosos, es decir, dignos de estima, búsqueda y realización. De este modo, los valores se presentan como imágenes directrices de la conducta. En realidad el secreto de la educación radica en lograr que el educando perciba los valores como respuesta a sus aspiraciones profundas, a sus ansias de vida, de verdad, de bien y de vélelas; como camino para su inquietud de llegar a ser.
La educación es tarea prudencial: sabia elección de fines y de medios.
Las circunstancias concretas de la vida llaman a cada cual a realizar los valores esenciales a través de mil variadas formas que constituyen su vocación de estado de vida y su vocación profesional. En realidad uno sigue los valores, no en abstracto sino encarnados en otras personas a las cuales trata de promover y ayudar a ser.
Una orientación profesional de los educandos forma parte esencial de la tarea educativa.
La familia, la escuela, la sociedad tienen el deber de crear condiciones cada vez mejores para que cada cual pueda descubrir y realizar el llamado de sus responsabilidades vocacionales.
La vocación como servicio a la comunidad ha de ser una de las líneas de fuerza de toda educación. En medio del individualismo, materialismo y exitismo inmediato que tanto caracteriza al mundo de hoy, urge rescatar el sentido social, ético y trascendente de toda vocación.

Compromiso
trascendente
La plenitud de la vida sólo puede darse cuando se la vive interpretada unitariamente en torno de Dios como principio fundante de todo y el fin que reorienta hacia sí todos los fines intermedios.
Tanto la filosofía como la antropología pedagógica procuran encontrar y transmitir una visión congruente del mundo y de la vida. En ella aparece toda la naturaleza orientada hacia el hombre. La reflexión sobre las ansias infinitas de éste ser finito nos muestra que todas ellas nacen de una interna ordenación dinámica hacia Dios como su causa y su fin último. Es también por eso que el impulso trascendente lo puede llevar al hombre a la idolatría, cuando no es capaz de descubrir al verdadero Dios.


 ¿De qué manera se desarrolla según  Julio Cesar Labaké una “buena educación”?

La EDUCACIÓN es el proceso abierto que promueve la plena diferenciación, dentro del individuo, de todas sus posibilidades, y de su correlativa integración en una unidad armónica, capaz, por sí mismo y simultáneamente, de captar y asumir las diferencias sociales, y aceptar su diferenciación progresiva y enriquecedora, a la vez que realizar la integración personal y progresiva en la comunidad.
Una buena EDUCACIÓN es aquella que logra despertar en cada persona una clara y serena conciencia de toda ella, a la vez que le facilita la integración de todas esas, sus dimensiones, -(intelectuales, afectivas, activas, relacionales)- en su unidad orgánica y dinámica, irrepetible, que llamamos “personalidad”.
La educación supone que la persona logre el máximo de discriminación y disponibilidad de sus potencialidades, y el máximo de armonía en la expresión total de su personalidad. El máximo posible de conciencia y libertad, y el máximo de relación consciente y libre. Y así, el máximo de capacidad creadora.
Educar es llevar al máximo de reconocimiento diferenciador de toda la realidad, comenzando por la realidad de sí mismo, y al máximo de capacidad integradora de toda la realidad, comenzando también por la realidad de sí mismo.
La educación es el proceso de progresiva diferenciación y de máxima integración de la persona humana. Y todo ello hace simultáneamente a los aspectos del conocimiento, de la afectividad, de la actividad y de las relaciones


 ¿A qué hace referencia el autor cuando propone la “Pedagogía del encuentro”?

La realidad es que toda educación válida es siempre educación permanente. Porque el hombre siempre se está haciendo. También es que asume el rol de educador.
Así como la psicoterapia sin un psicoterapeuta que asuma definidamente su tarea, y un paciente que necesite de ella y que se encuadre y sea ayudado a encuadrarse en tal situación, tampoco hay educación sin las figuras claras de educando y educador. Y sin dudas corresponderá al educador lograr el adecuado encuadramiento. Pero encuadramiento que ubica al educador como estimulador del proceso educativo, en el cual, simultáneamente, todos son educadores y todos son educandos.
La diferenciación-integración para el proceso educativo, no es más que un aspecto de la forma genuina de toda relación humana. Si ha de crecer la persona no podrá ser nunca fuera de este contexto: “se-con-los-otros”. El nosotros nunca será tal si no es simultáneamente el ámbito del “yo”. Como el yo será una caricatura deshumanizante si no es simultáneamente la apertura del nosotros.
La tarea de la educación es ilimitada porque apunta a un crecimiento permanente hacia la integración. Hacia la realización de la comunión. Del amor.

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